domingo, 14 de abril de 2013

┊εїз*~ El Hombre Ideal Cap: 28 *~┊εїз




Joseph cerró los ojos un segundo.

        –¿Llevabas un gorro muy tonto? –preguntó.

        Demi parpadeó.

        –¿Qué?

        La imagen seguía siendo borrosa.

        –Tenía orejas.

        –Orejas colgantes de perro –asintió ella–. Tenía tres, pero ese era mi favorito. Eran gorros de invierno donados por alguien.

        Joseph sonrió.

        –Era mayo.

        –Te acuerdas.

        –Le pregunté a Selena por ti –él la tomó por la cintura y la atrajo hacia sí–. Creí que eras menor de edad. Con aquellas coletas aparentabas dieciséis años.

        –No, tenía dieciocho. No puedo creer que te acuerdes.

        Joseph bajó la cabeza e inhaló el champú de lavanda.

        –La siguiente vez que te vi no tenías el mismo aspecto.

        –Selena me llevó a mi primer cambio de imagen.

        Él le dio un beso en la sien.

        –Entonces tenías dieciocho años y yo veinte. No estábamos preparados para esto –le acarició la barbilla con el pulgar–. No me será fácil hablar de las pesadillas, pero estoy dispuesto a intentarlo. Tendrás que trabajar conmigo en eso y en un par de cosas más. Ser menos protector tampoco será fácil y sé que discutiremos por eso. Puedo ser…

        –Yo también puedo ser… –ella le dio un beso–. Pero nos hemos enamorado, ¿no?

        –Más vale que estés segura –le advirtió él–. Porque una vez que digas que eres mía, lo serás para siempre. Tendremos que trabajar en ello todos los días, pero…

        –Lo haremos. Te quiero, Joe, así que, si necesitas que lo diga, sí, soy tuya –suspiró–. No puedo renunciar ahora a lo de París.

        –No quiero que lo hagas. ¿Cuánto tiempo estarás fuera?

        –Tres meses.

        –Pues considéralo de este modo. Tendremos más oportunidades para sexo telefónico y visitas conyugales.

        –El mes que viene vendré a la boda de Selena –le recordó ella.

        –Y supongo que yo puedo ir varios días a París antes y después de eso –bajó la cabeza–. ¿Cuánto tiempo tenemos?

        –Dos días.

        Joseph señaló la casa.

        –Están todos en la ventana, ¿verdad?

        Demi miró de soslayo.

        –Sí.

        –¿Quieres ver lo deprisa que hago que se muevan? –él sonrió–. Tú quédate aquí. Enseguida vuelvo.

        Se volvió y corrió hacia la casa y Demi miró la ventana y se rio. Se mordió el labio inferior y agitó la falda con delicadeza mientras esperaba a que volviera. Nunca había sido tan feliz. Joe la amaba. ¿Cómo podía haber tenido miedo de algo tan maravilloso?

        –¿Me has echado de menos? –preguntó él. Hincó una rodilla en tierra.

        –¿Qué haces?

        Él enarcó las cejas.

        –¿Crees que voy a dejar que te vayas a París sin que todos sepan que eres mía?

        –Voy a volver.

        –Y cuando vuelvas, pasaremos el resto de nuestra vida juntos, ¿verdad?

        –Sí.

        Él sacó una cajita del bolsillo.

        –Esto es lo que anuncia al mundo estas cosas.

        Demi abrió mucho los ojos.

        –¿Has comprado un anillo?

        –¿Crees que puedes callarte un minuto?

        –Sí.

        Cuando él volvió a hablar, su voz sonaba impregnada de sinceridad.

        Demetria Devonne Lovato. Has sido un miembro adoptado de esta familia desde hace tiempo. Quiero darte oficialmente mi apellido. Te quiero, Demi. ¿Quieres casarte conmigo?

        Demi asintió frenéticamente con la cabeza.

        –Sí –se inclinó a besarlo–. Sí, sí, sí.

        Joseph se incorporó y se abrazaron. Él señaló la cajita.

        –Puedes dar las gracias a la abuela Jonas y a que yo era su nieto favorito después de que rescatara a su gato de un árbol a los siete años. Puede que necesites que te lo arreglen, pero… –le puso el anillo en el dedo–. O puede que no.

        Demi sonrió al zafiro, del mismo color que los ojos de él cuando se oscurecían.

        –Me vale.

        –¿Estás lista para volver a entrar? Cuanto antes terminemos la comida, antes podremos irnos a la cama.

        –Yo ya estoy en el postre –le recordó ella–. Come deprisa.

        En la casa los recibió un silencio sospechoso cuando entraron y Joe le quitó el abrigo a Demi y lo colgó en el perchero. Su madre fue la primera en romperlo.

        –Moveos todos. Hacedle un sitio a Demi al lado de Joe.

        La familia obedeció. Demi había visto pasar aquello con la esposa de Johnnie y cuando Selena llevó a Blake a casa, pero nunca había pensado que un día lo harían por ella. Era casi demasiado. Sentada al lado del hombre con el que iba a pasar su vida, miró los rostros de las personas que quería y que actuaban como si no hubiera pasado nada fuera de lo normal.

        Se contuvo bastante bien hasta que llegó a Selena y no pudo reprimir las lágrimas.

        –Gracias –murmuró.

        –A Selena le brillaron los ojos y tendió la mano, en la que Blake le puso una servilleta.

        Joe movió la cabeza y miró de hito en hito a su hermana.

        –Deja de hacer llorar a mi prometida.

        Después de eso, ya empezaron todos a hablar.

        –Has perdido tu oportunidad, Ty.

        –Esto no termina hasta que ella diga «sí quiero».

        –Yo no pienso vestirme de mono dos veces en un año.

        –Tú harás lo que te digan, Nicolas Jonas. dijo Denise

        Joe se inclinó a darle un beso rápido a Demi. Ella suspiró de felicidad cuando le pasaron un trozo de tarta de queso. Al final, y contra todo pronóstico, sí se había mudado el hombre ideal al apartamento de enfrente.
Fin...

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